Análisis de competencia más allá del producto: atención, percepción y hábitos
- Creed España
- 20 jun
- 3 Min. de lectura
El análisis de competencia puede parecer, en principio, una tarea sencilla. Basta con mirar quién ofrece un producto parecido, en el mismo canal, con un precio similar y dirigirse al mismo tipo de cliente. Sin embargo, este enfoque clásico deja muchas cosas fuera. Y lo que queda fuera, a menudo, es justo lo que determina el éxito o el fracaso.
Hoy las dinámicas de mercado son más transversales, más difusas y más imprevisibles. Los límites entre sectores se desdibujan, los consumidores cambian de hábitos con rapidez y las tecnologías permiten que nuevos jugadores surjan desde cualquier lugar. Con este contexto, seguir entendiendo la competencia como algo visible y directo es no ver el bosque por fijarse en el árbol.

Hay que empezar a considerar que un competidor no siempre es una empresa que ya está operando, ni siquiera alguien que venda algo parecido. A veces, la mayor amenaza es una necesidad que desaparece. O una costumbre que cambia. O una solución que llega desde otra industria y que reconfigura por completo lo que el consumidor espera de una categoría.
Por ejemplo, muchas compañías se enfocan únicamente en analizar el entorno inmediato de su sector, pero no prestan atención a lo que está por venir. No porque no quieran, sino porque no saben cómo mirar hacia delante. Sin embargo, hay señales. No siempre son evidentes, pero están ahí: patrones de otras industrias que empiezan a comportarse de forma similar, inversores apostando por soluciones adyacentes, avances tecnológicos que cambian el cómo más que el qué. Quien se toma en serio un estudio de competencia debe leer no solo lo que ocurre, sino lo que se está gestando.
También está el caso de las marcas que no consiguen despegar porque, simplemente, el consumidor no las entiende. O no cree en su propuesta. O no ve el valor. Y aquí, curiosamente, la competencia no es otra empresa. Es la inercia, la desconfianza, el desconocimiento. Lo que bloquea no es el mercado, sino la percepción. La clave, en este caso, está en reformular la forma de competir: no atacar a rivales, sino derribar barreras mentales. Crear nuevas categorías si hace falta. Educar al consumidor. Cambiar la conversación para hacerla comprensible.
Y luego están esos competidores silenciosos que no parecen tener nada que ver con el sector, pero que cumplen exactamente la misma función que nosotros, aunque por un camino diferente. Quien organiza una cena en casa compite con el restaurante. Quien hace ejercicio con una app compite con el gimnasio. Quien ve una serie compite con el teatro. La competencia real no siempre está en la estantería de al lado, sino en el tiempo del consumidor, en su atención, en su rutina diaria.

Curiosamente, identificar estas amenazas indirectas no siempre tiene por qué llevar a una actitud defensiva. A veces, entenderlas puede abrir oportunidades. Si una solución ajena resuelve la misma necesidad, ¿por qué no explorar formas de integrarla, de colaborar, de inspirarse? ¿Por qué no estudiar qué hace que funcione y qué expectativas está generando? De ese análisis pueden salir ideas para posicionarse mejor, diferenciarse o incluso reconvertir el producto hacia algo más relevante.
En el fondo, todo esto tiene que ver con cambiar la lógica de la pregunta. No se trata solo de “¿quién vende lo mismo que yo?”, sino de “¿quién satisface, sustituye o erosiona el espacio que ocupo en la vida del consumidor?” Esta mirada más amplia obliga a replantear cómo se recoge la información, qué se observa y desde dónde se analiza. Los estudios de competencia deben ser, cada vez más, ejercicios de interpretación y contexto, no solo de listado de marcas.
Y cuando este tipo de análisis se hace bien, no solo se identifican amenazas. También aparecen nuevas formas de ver el negocio, nuevas categorías por explorar, ideas de posicionamiento que no estaban sobre la mesa. En definitiva, se transforma la mirada sobre el mercado y se enriquece la toma de decisiones.
Ver la competencia donde nadie la ve no es solo una forma de anticiparse. Es, sobre todo, una forma de entender mejor el terreno en el que se está jugando.
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